Carlos Duguech, columnista invitado
Si no se hubieran arrojado sobre dos ciudades japonesas las primeras bombas atómicas (de plutonio en Hiroshima y de uranio en Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente) Estados Unidos hubiera perdido la oportunidad de realizar su necesitada “prueba de campo”. La “prueba de laboratorio” ya había sido hecha en Alamagordo, desierto de Nevada, en EEUU. Fue una experiencia exitosa del día 16 de julio de 1945. Le fue comunicada a Truman en secreto durante la conferencia de Potsdam. Inmediatamente envía ultimátum al gobierno japonés: Rendición incondicional o destrucción total. Lo de “incondicional”, deliberado, para que no acepte Japón, que a toda costa - se conocía- quiere preservar al emperador Hirohito, de condición cuasi divina para su pueblo. Si se hubiera aceptado la rendición incondicional propuesta, EEUU no hubiese podido realizar su “prueba de campo”. Prueba para la que se había preparado al punto de suspender los bombardeos incendiarios sobre cuatro ciudades elegidas (Kokura, Niigata, Hiroshima y Nagasaki) para verificar el efecto nuclear sobre ciudades. Tal vez hubiera tenido que esperar a Corea (1950/1953) o a Vietnam (1964/75). La “prueba de campo” resultó tan exitosa que hasta hoy, durante los 72 años siguientes, hubo un silencio de guerra por el temor del enorme poder destructivo del arma nuclear. Aunque se incrementaron los arsenales con armas suficientes como para destruir varias veces toda vida en del planeta Tierra. Tal la paradoja de la Humanidad, regida por mentes guerreras. Y por los que fabrican las armas y sus socios, los bancos que las financian con ganancias seguras.
Un aire de esperanza
Uno puede elegir cualquiera de los tratados sobre asuntos nucleares originados en Naciones Unidas a lo largo de sus 72 años de vida y llega a una conclusión sin fisuras: el tratado suscrito el último viernes 7 de julio en su emblemática sede de Nueva York “para la prohibición de toda arma nuclear” es el más comprometido e importante de todos. Y, muy probablemente, este tratado será, por ahora, casi una ilusión de no mediar una laboriosa gestión que demandará años. La que deberán emprender los 122 países (Argentina, entre ellos) que lo votaron afirmativamente en la Conferencia de las Naciones Unidas para negociar un instrumento jurídicamente vinculante. Y la gestión no menos importante de las diversas organizaciones civiles internacionales que abogan por la abolición de las armas nucleares, ya que participaron activamente en la Conferencia.
El porqué de “casi una ilusión”. Llanamente, porque los nueve países poseedores de armas nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Israel, Pakistán Y Corea del Norte) no sólo no suscribieron el tratado, sino que se empeñaron de diversas maneras en boicotear fuertemente la gestión de la Conferencia, desde sus inicios, cuando se formalizó en diciembre de 2016.
Elayne Whyte Gomez, representante de Costa Rica en la Comisión de Desarme (Ginebra, Suiza) y presidente de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarme Nuclear expresó: “El mundo ha estado esperando esta norma legal durante 70 años, desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Hemos conseguido sembrar la primera semilla para lograr un mundo libre de armas nucleares”. No llama la atención, aunque provoca la repulsa, el comunicado conjunto suscrito porlosrepresentantes ante laONU de Estados Unidos, Reino Unido y Francia en el que justifican que no participaran del tratado porque sus objetivos son “ingenuos e inalcanzables”. Sin embargo, podrá germinar la “semilla” que plantaron los representantes de los 122 países que lo aprobaron en la Conferencia en tanto se comprometieron así: “nunca usar armas nucleares” y a “no desarrollar, probar, producir, fabricar, adquirir, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares bajo ninguna circunstancia”. Asimismo se comprometen a “no llevar hacer ensayos de explosiones de armas nucleares o ningún otro tipo de detonación nuclear”. Por otra parte queda prohibida la transferencia de armas nucleares entre estados, como también queda prohibido el uso de la amenaza del poder nuclear. En septiembre próximo se abre a la firma el Tratado en sede de la ONU.
No es poca cosa. Pero falta mucho para que el más importante de todos los tratados sea un realidad operativa en un mundo con personajes como Trump y el líder de Corea del Norte Kim Jong-un, el “nukeboy” (muchachito nuclear), así calificado por alguna prensa de EEUU. Y los líderes de los otros países boicoteadores.